Contra López Obrador, VOX es el ejemplo

VOX se construyó una base de apoyos, a pesar de tener prácticamente cerradas las puertas de los medios de comunicación, que solo se referían al nuevo partido para descartarlo –sin prueba alguna–  como un partido radical y de “ultraderecha”.


Santiago Abascal


La semana pasada les comentaba que la gran tragedia de la oposición mexicana es su miopía tecnocrática y que para enfrentar en forma efectiva la amenaza autoritaria de López Obrador necesitamos empezar respondiendo las preguntas básicas: ¿Cómo se ve “nuestro” México? ¿Por qué debería la gente tener esperanza en nuestro México? ¿Qué podemos proyectar que sea lo suficientemente poderoso como para que las personas resistan la tentación de los “apoyos sociales” y el cobijo autoritario que les ofrece Andrés Manuel? ¿Por qué habrían de afrontar las personas de a pie las dificultades inevitables en una lucha contra el nuevo partido de estado?

Bueno, pues en este camino no necesariamente tenemos que inventar la rueda. Hay ejemplos de una derecha efectiva y sorprendentemente exitosa, incluso en términos electorales, incluso a pesar de enfrentarse a toda la maquinaria mediática de la izquierda. Está Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos, José Antonio Kast en Chile, por poner tan solo algunos ejemplos, pero hoy les quiero hablar del caso de España.

Hasta hace unos años, VOX era apenas una manchita verde en el rocambolesco panorama electoral español, sumando un par de miles de votos y relegado a un papel menos que marginal dentro del debate público, que para entonces se concentraba en el PP y Ciudadanos a la derecha, enfrentados al PSOE y Podemos en la izquierda.

Sin embargo, poco a poquito, VOX se construyó una base de apoyos, a pesar de tener prácticamente cerradas las puertas de los medios de comunicación, que solo se referían al nuevo partido para descartarlo –sin prueba alguna – como un partido radical y de “ultraderecha” ese fantasma retórico con el que los socialistas han manipulado y espantado a sus rivales desde hace décadas.

La novedad de VOX es que sus líderes no se acobardaron. Santiago Abascal, Rocío Monasterio y compañía saltaron al debate público planteando opiniones políticamente incorrectas e incluso políticamente suicidas a los ojos de consultores y opinólogos. Entonces algo pasó: La imprudente autenticidad de estos líderes hizo que la gente empezara a ponerles atención, y conforme lo hicieron, se toparon con un partido que representaba de manera valiente muchos de los valores y las preocupaciones de las que los partidos tradicionales –en competencia por verse “respetables” a los ojos de la progresía– se había olvidado.

Entonces, contra todo y contra todos, VOX dio el gran campanazo el año pasado en las elecciones de Andalucía, obteniendo una docena de escaños en un parlamento que durante 40 años había estado fácilmente controlado por la izquierda del PSOE. Ahora, a unas semanas de las elecciones generales del 28 de abril, el partido de Santiago Abascal suma más del 10% de los apoyos en las encuestas a nivel nacional, lo que podría traducir en más de 20 representantes en el parlamento español, consolidándose como una de las grandes fuerzas políticas españolas y convirtiéndose en pieza indispensable para la viabilidad de un gobierno de derecha que reemplace a la desastrosa administración del socialista Pedro Sánchez.

La historia de VOX viene al caso, porque el ejemplo de este partido es justamente el que es urgente que entienda la derecha mexicana. En pocas palabras: Hablar claro, no rendirse ante la aplanadora progre, conectar con las personas, generar un planteamiento a partir de los valores y aspiraciones, no desde la tecnocracia. En ese sentido, Santiago Abascal es justo lo contrario de lo que fue acá en México Ricardo Anaya, que apostó por mimetizarse con la izquierda y quedó desdibujado a mitad del camino, mientras la aplanadora obradorista se tradujo en el triunfo más contundente de un candidato presidencial desde 1982.

Ojo, no se trata necesariamente de copiar o de aplaudir a pie juntillas toda la agenda de VOX, sino de entender que la autenticidad en el discurso y en la visión de país que se proyecta hacia los ciudadanos es fundamental para hacer política, especialmente cuando se tiene en contra a la prensa y al presupuesto del gobierno, un escenario parecido –con sus matices– al que enfrentaremos desde 2021 los opositores al lopezobradorismo.

Por supuesto, hay mucho más por analizar. Pero por lo pronto me quedo con las palabras de Santiago Abascal, durante la presentación de los candidatos de VOX para Madrid, ante un lleno en la Cubierta de Leganés, el pasado 6 de abril: “No estamos viendo las encuestas a ver qué es conveniente decir, decimos lo que sentimos, lo que pensamos, y sabemos que muchas cosas de las que sentimos y pensamos no identifican a todo el mundo, ni siquiera a todos los que estáis aquí, pero os vais a ir de aquí absolutamente convencidos de que no os hemos engañado a nadie, de que hemos dicho la verdad, de que estáis ante una opción política auténtica.”

No estamos viendo las encuestas a ver qué es conveniente decir.

Hemos dicho la verdad.

Somos una opción política auténtica.

Empecemos por ahí.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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